Querido diario,
Cuanto tiempo sin vernos, ¿eh? Siento haber estado tan distante durante estos últimos meses, siento no haber dado tantas señales de vida como me habría gustado. Tengo tantas cosas que contarte que no sé ni por donde empezar. Aquí todo es tan diferente... Se me hace duro no poder hablar contigo durante horas, contarte todas esas cosas que se mudan a mi cabeza para no dejarme descansar ni un segundo. Y créeme que lo intento, créeme que intento explicar de todas las formas posibles que cada vez se me hace más difícil sonreír, que una simple sonrisa no es suficiente para disimular esos malditos sentimientos que ya han aprendido a cobrar forma y que cada vez que aparecen manchan mi rostro de ese color transparente, intentando pasar desapercibidos para que no me dé cuenta de que hasta en mis peores momentos, cuando menos los necesito, estarán presentes.
¿Te puedo ser sincera? Estoy harta de fingir que soy fuerte, estoy harta de mirar hacia el frente como si nada sucediese. Pero bueno, ¿qué otro remedio me queda si solo así puedo hacer que la gente que me rodea esté mejor? Creo que por primera vez admitiré que ser fría también tiene sus consecuencias, que esconder los fantasmas durante demasiado tiempo, a la larga, sale bastante caro. Creo que esa es la razón por la cual no te he visitado últimamente, por miedo a tener que enfrentarme cara a cara conmigo misma.
Sé que ha llegado el momento de romper esa coraza que me protege del exterior, pero que sencillo es decirlo y cuán difícil es hacerlo... Tengo miedo de mi misma, ¿sabes? Tengo miedo de ser un monstruo sin sentimientos, tengo miedo de no poder expresar lo que siento nunca más. ¿Por qué se me hacen tan difíciles de explicar estas batallas que tengo en mi interior? ¿Por qué soy incapaz de mostrar a los demás todo aquello que me preocupa? No sé... Estoy hecha un mar de dudas. ¿Y si de tanto reprimir mis sentimientos algún día deciden abandonarme? Si eso ocurre, ¿qué será de mí? No quiero ser un alma vagando en pena. Quiero poder alegrarme por los demás, llorar de alegría, reír de felicidad. Quiero poder llorar sin tener miedo a lo que vendrá después, quiero llorar durante horas sin tener un motivo. Quiero poder sentir que sigo siendo persona, que todos los males no han conseguido derrotarme, porque no hay peor castigo que no sentir nada.
Siempre he pensado que la mejor forma de afrontar los problemas era hacer como si no lo fueran, restarles importancia y simplificarlos al máximo para así poder ignorarlos. Quizá así algún día desaparecerían. Cuán equivocada estaba... Cada problema es diferente al resto, cada uno tiene su origen, pero todos tienen la misma solución: hay que arrancarlos de raíz. Esa probablemente sea la razón por la cual estoy hoy aquí, amigo mío.
Tú, que a pesar de la distancia siempre has estado ahí. Tú, que a pesar del tiempo sin hablar nunca me abandonas. Tú, que con tus sabios silencios me has enseñado a escuchar. Simplemente gracias, gracias por escucharme una vez más cuando más lo necesitaba.
¿Te puedo ser sincera? Estoy harta de fingir que soy fuerte, estoy harta de mirar hacia el frente como si nada sucediese. Pero bueno, ¿qué otro remedio me queda si solo así puedo hacer que la gente que me rodea esté mejor? Creo que por primera vez admitiré que ser fría también tiene sus consecuencias, que esconder los fantasmas durante demasiado tiempo, a la larga, sale bastante caro. Creo que esa es la razón por la cual no te he visitado últimamente, por miedo a tener que enfrentarme cara a cara conmigo misma.
Sé que ha llegado el momento de romper esa coraza que me protege del exterior, pero que sencillo es decirlo y cuán difícil es hacerlo... Tengo miedo de mi misma, ¿sabes? Tengo miedo de ser un monstruo sin sentimientos, tengo miedo de no poder expresar lo que siento nunca más. ¿Por qué se me hacen tan difíciles de explicar estas batallas que tengo en mi interior? ¿Por qué soy incapaz de mostrar a los demás todo aquello que me preocupa? No sé... Estoy hecha un mar de dudas. ¿Y si de tanto reprimir mis sentimientos algún día deciden abandonarme? Si eso ocurre, ¿qué será de mí? No quiero ser un alma vagando en pena. Quiero poder alegrarme por los demás, llorar de alegría, reír de felicidad. Quiero poder llorar sin tener miedo a lo que vendrá después, quiero llorar durante horas sin tener un motivo. Quiero poder sentir que sigo siendo persona, que todos los males no han conseguido derrotarme, porque no hay peor castigo que no sentir nada.
Siempre he pensado que la mejor forma de afrontar los problemas era hacer como si no lo fueran, restarles importancia y simplificarlos al máximo para así poder ignorarlos. Quizá así algún día desaparecerían. Cuán equivocada estaba... Cada problema es diferente al resto, cada uno tiene su origen, pero todos tienen la misma solución: hay que arrancarlos de raíz. Esa probablemente sea la razón por la cual estoy hoy aquí, amigo mío.
Tú, que a pesar de la distancia siempre has estado ahí. Tú, que a pesar del tiempo sin hablar nunca me abandonas. Tú, que con tus sabios silencios me has enseñado a escuchar. Simplemente gracias, gracias por escucharme una vez más cuando más lo necesitaba.
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